[name=Patricia Plaza] [description=Libertad | Amor | Revolución ] [img=https://2.bp.blogspot.com/-lZmSPJ4ElOc/TqWyVI6_brI/AAAAAAAAE3c/IIvrZ05K1bk3qwooHKI5qJFaI24gzwIPQCPcB/w1200-h630-p-k-nu/IMG_2220.JPG]



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Santiago y Valparaiso. Calor y color.

A los pies de la cordillera de los andes se encuentra la cuidad de Santiago de Chile, de apariencia amable y ordenada. La capital me recibe con mucho calor.

Dedico la mañana a las visitas obligatorias: La famosa Plaza de Armas con la Catedral de Santiago que vive casi ya adosada a edificios modernos. La Plaza de la Moneda y sus animadas calles comerciales donde los chilenos se dedican a vitrinear. Subir por el funicular al cerro de San Cristobal en mitad de la ciudad y obtener así la mejor vista de la ciudad desde lo alto. Comer el típico mote con huesillo: trigo y melocotón flotando que está bueno pese a lo desagradable de su presentación.



Busco el edificio de la polla chilena de beneficencia para la típica foto (la lotería chilena), pero me derrito por las calles de la ciudad y tengo la agenda de lo más apretada para ver a todos mis nuevos amigos chilenos. Alvaro y Polo, unos chilenos que conocí en el ferry por la Patagonia, me enseñan los bohemios y grafiteados barrios de Lastarria y Bellavista, sus bares, terrazas y cerveza a buen precio. Risas, mariscada deliciosa, vino chileno rico y unos pisco sours para acabar la velada con música en directo en uno de los locales más cool de la ciudad. Y al día siguiente más pisco sours pero con Christian y Fabiola, quienes conocí en Puerto Natales.

Santiago me ha parecido una ciudad sin muchos secretos, y creo que es un vivo reflejo de su gente, de apariencia seria y desconfiada pero muy agradables, cercanos y cariñosos.

Cambio el calor por el color.

En el mundo hay ciudades que son totalmente únicas y exclusivas, esas que no pueden darse en ningún otro lugar. Valparaiso es una de esas ciudades.

Una ciudad con forma de anfiteatro natural emplazada en una bahía rodeada de cerros completamente tapizados por cuidadas casas de madera y hojalata pintadas de toda la gama de colores pantone.


Una ciudad donde en vez de metro tienen ascensores.

Una ciudad en las que podrías quedarte horas y horas deambulando por sus calles, callejuelas y pasajes, y embobada con sus maravillosas vistas.


Una ciudad única.

Después de todo el día andando, subiendo y bajando cuestecitas y un dolor considerable de gemelos, recupero aliento y fuerzas al atardecer desde la casa de Pablo Neruda. Desde allí las vistas son un privilegio, una delicia, un palacio para la inspiración y un templo lleno de poesía.
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